El 29 de mayo de 2022 el Derecho Internacional y la humanidad perdieron una estrella. Partió muy tempranamente el profesor Antonio Augusto Cançado Trindade. En este triste momento, el Directorio de la Sociedad Chilena de Derecho Internacional me ha dado el privilegio de destacar la figura del maestro Cancado Trindade a modo de reconocimiento.

Nacido el 17 de septiembre de 1947 en Belo Horizonte, Brasil, se graduó en Derecho por la Universidad Federal de Minas Gerais, en 1969. Obtuvo un máster en Derecho Internacional por la Universidad de Cambridge en 1973, y un Doctorado en Derecho Internacional por la misma universidad en 1977, con la tesis titulada Developments in the Rule of Exhaustion of Local Remedies in International Law.

Desde el año 1978 se desempeñó como profesor titular de Derecho Internacional en la Universidad de Brasilia, la cual lo distinguió como Profesor Emérito en 2010. También tuvo una destacada trayectoria como profesor en la Academia Diplomática del Brasil, la Academia de Derecho Internacional de La Haya y en algunas de las principales universidades de diversos continentes fue profesor visitante y recibió premios y distinciones que sería largo de enumerar.

Autor de decenas de libros y cientos de publicaciones sobre distintos temas de derecho internacional y derechos humanos, a sus 61 años fue elegido magistrado de la Corte Internacional de Justicia, con los votos de 163 de los 192 estados miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas, logrando el apoyo de 14 de los 15 miembros del Consejo de Seguridad. Así, llegó a ser juez en la Corte Internacional de Justicia desde el 6 de febrero de 2009. A este tribunal se dedicó luego de desempeñarse como juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos desde 1995 hasta 2008, siendo electo presidente del organismo de 1999 a 2004.

El tiempo en el tribunal interamericano permitió evidenciar con mayor fuerza su permanente compromiso con la humanización del derecho internacional, uno de sus grandes legados a la disciplina. El acceso de los individuos a la justicia internacional es uno de los temas del Derecho Internacional contemporáneo en que su aporte es ampliamente reconocido. Por años sostuvo el juez Cançado Trindade la capacidad de los individuos para acceder a los tribunales nacionales e internacionales de la cual le escuché decir alguna vez que era “la revolución jurídica del siglo XX”. Como expresó tantas veces, no se debe olvidar ni el origen del estado ni del propio Derecho Internacional. El primero existe para las personas y no viceversa. El segundo no fue originalmente interestatal sino derecho de gentes. Procuró de esta forma poner siempre a la persona como el centro del ordenamiento jurídico internacional reconociendo su histórica exclusión en la justicia entre estados. De hecho, los avances y la consolidación del locus standi de las personas peticionarias ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, traducido hoy en la vida procesal que tiene el derecho individual a presentar quejas ante tal Corte buscando la declaración de responsabilidad internacional del estado y una reparación apropiada en casos de violaciones de derechos humanos, tiene en el Juez Cançado Trindade uno de los grandes artífices.

Sus ideas en ese tema y en tantos otros pueden ser conocidas a través de sus publicaciones y, también, en los varios votos razonados con que enriqueció la jurisprudencia internacional y la disciplina. Sería tal vez extenso enumerar tales votos y más largo aún citar las numerosas obras – escritas además en diversos idiomas – sobre temas de jurisdicción, ius cogens, hermenéutica jurídica o sobre la dimensión horizontal y vertical de las obligaciones erga omnes de protección, entre tantos otros. Destaco, por ello, sus Memorias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, publicadas en 2011 bajo el título “El ejercicio de la Función Judicial Internacional[1]. En esa obra concentra, como él mismo señala en la introducción, sus experiencias, recuerdos y reflexiones pensando que “puedan servir de ilustración a los estudiosos del Derecho Internacional de los Derechos Humanos de las nuevas generaciones. Para mi, su rescate y sistematización no sólo emanan de un sentimiento de deber, sino más bien atienden a una necesidad personal, siempre sentida por las personas sensibles, a lo largo de los siglos, – la de intentar salvar lo que para uno es precioso de la tormentosa erosión del tiempo.

Esa frase refleja la persona detrás del académico y del juez internacional. Fue un generoso formador de varias generaciones. Tuve la fortuna y el honor de ser parte de las personas a las que favoreció con su sabiduría, la generosidad de sus enseñanzas, su rigurosidad intelectual, la claridad de sus críticas y la bondad de la amistad académica que traspasa fronteras.

Desde el primer encuentro en el Doctorado en Derecho Internacional del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset en 2004 y en diversos momentos, la vida cruzó mi camino con el del maestro Antonio Augusto, permitiéndome conocer no sólo al gran jurista de Brasil y américa, sino también a la persona que comparte, abre espacios y apoya. Ejemplo de ello fueron la permanente motivación para escribir y la sana crítica a una naciente tesis doctoral sobre discriminación y personas de diversidades sexuales.

Al recordarle, no puedo omitir el que sería el momento de mayor cercanía fuera de las normas y principios internacionales. Fue en Río de Janeiro y a propósito de un encuentro de la disciplina cuando recibí su invitación para acompañarle a él, su compañera Carmela y una de sus colegas en La Haya, a visitar el Bar en que Vinicius de Moraes escribiera “Garota de Ipanema” escuchando en vivo a María Creuza interpretar esa icónica canción. Ese momento de acercamiento al Brasil del bossa nova, de la guía del profesor Cançado Trindade, nos llevó a una conversación de aquellas que son parte hoy de los buenos momentos que atesoro. Por supuesto, con ese sello inconfundible que fue su risa y la pasión de sus relatos. Se lo agradeceré siempre. Fue una muestra más de algunas de las varias virtudes que lo distinguieron en su paso por esta vida.

Cuando el Derecho Internacional y los Derechos Humanos enfrentan un difícil momento y cuando muchas de las ideas que defendió con fuerza el profesor Cançado Trindade están desafiadas por los poderes estatales y la complejidad de un mundo que solo se tensiona día a día, su partida es un buen momento para reforzar el compromiso de quienes hemos dedicado nuestras vidas profesionales al derecho. Aún hay mucho que avanzar para proteger la dignidad de la humanidad y vivir en una mejor sociedad. No olvidarlo y procurar que el derecho sea una estrategia en ese propósito es una buena manera de mostrar gratitud, reconocimiento y respeto a quien inspiró a tantas personas. Hasta siempre Antonio y gracias por tanto.


** Ximena Gauche es profesora Titular y Vicerrectora de Relaciones Institucionales y Vinculación con el Medio de la Universidad de Concepción. Es integrante y ex Directora de la Sociedad Chilena de Derecho Internacional.

[1] Antonio Augusto Cancado Trindade. “El ejercicio de la Función Judicial Internacional. Memorias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos”, Editora del Rey, Belo Horizonte, 2011, p.2.